miércoles, 3 de agosto de 2011

Viaje a Pozo (20 al 27 de Julio de 2011)

Baldao. He llegado “baldao” después de una semana en Pozo Izquierdo, sin hacer nada más que navegar y navegar y tomar algún que otro par de cervezas o salir a cenar, a capricho y decisión del que suscribe.

Ni una vez he salido de Pozo para algo distinto que fuera buscar otra playa donde el alisio caprichosamente anortado esta semana, entrara más favorable, o ir a la farmacia, o al centro comercial a por provisiones, o a Las Palmas a cenar a casa de un cartagenero, o a cenar a un restaurante enclavado en la madre roca de Guayadeque, con otro tropel de murcianos…


Y cuando se me ocurrió consultar las guías sobre la isla, que Daida tenía en el apartamento, Diego me mandó, más o menos, a tomar por culo: “Ya visitarás la isla cuando vengas con tu mujer y tus hijos, je, je, je…”. Y lo pensé: “Es cierto, habiendo viento, no está la cosa para otras historias, pues luego en la península nos arrepentiremos de no haber navegado todo lo posible en un viaje cuya ÚNICA razón de ser es NAVEGAR Y NAVEGAR”. Y se adjetiva este pensamiento cuando resuenan en mí las palabras de Fran “el bombero”, definiéndose, tras un mes en Pozo, como “un nazi del viento”.


Y llego “baldao” porque las heridas de guerra tampoco me han perdonado esta vez. A un dedo del pie desgraciado tras un golpe con las piedras en la rompiente de El Burrero, se le sumó la tendinitis en los hombros acentuada por las dos sesiones diarias de windsurf; y los ojicos rojos, castigados por el uso y abuso de lentillas durante mañana y tarde en el agua del mar; además de ese caracolillo que llevé conmigo y al que Diego no dió tregua en su cura.


En El Burrero me dolió más mi orgullo que el dolor físico. Eso fue al día siguiente de llegar a Pozo. Y me entristeció más mi prepotencia, que la rotura del mástil y la vela. Me pilló la rompiente al salir de forma precipitada, tras visualizar una preciosa serie con paredes de más de metro y medio que enajenó mi imaginación, viéndome yo mismo surfeando y pegándole al labio como un "pro". Pero como en una pesadilla, en la que el tipo malo te va pisando los talones y durante unos segundos crees que te escapas, dándotelas de listillo, entró la serie y me tiró, me aplastó y me envolvió, arrebatándome el material. Y aunque hubo un segundo en que llegué a pensar que podía volver a salir, me devolvió a mi sitio, para que me enterase de que no valía más de lo que llevaba puesto. Me jodió verme salir golpeado por la rompiente más que tener que gastarme 350 € entre un mástil nuevo y la reparación de la vela. Pero así son las cosas. La naturaleza te pone en tu sitio. Al confiado, le da un toquecico, para que se vuelva un poco más precavido. Quizás, sin ese toque, me hubiera pasado algo más gordo. O no.


Ya no le doy más vueltas. Era muy afortunado por estar ahí, por poder seguir navegando a pesar del dolor en el dedo del pié y por tener pasta para cubrir los gastos.


A partir de ese momento, la colocación del pie izquierdo tras cada trasluchada se vería afectada por mi dolor. Hubo muchas caídas ridículas por eso. Qué le voy a contar yo a mi dedo, que no sepa él….


Los días transcurrieron más o menos como sigue:


Por la mañana desayuno en casa, (tostadas con tomate y aceite o con mantequilla y mermelada, café con leche y huevos duros), café en El Viento para ver las condiciones y conversar con Fran o con Juan de “Cutre” y generalmente viaje a Vargas. Allí, sesión de una o dos horas, bocata, vuelta a Pozo, comida o descanso-café-siesta (lo que se terciara) y vuelta a navegar en la playa de Pozo. Regreso a casa, descarga de boardbags, cervecita con patatas, aceitunas, queso, etc., ducha y cena fuera (K´Toni, Rest. Pozo, Rest. Tagoror, Las Palmas, etc.). Sobre las doce o la una a dormir y vuelta a la rutina…


Je, je, je! Pura vida para el windsurf!!


El material. Diego y yo pesamos parecido (sobre 80-84 kg), pero optamos por volúmenes de tabla bien distintos. Él llevó su Starboard Evo de 70 L y yo mi RRD Wave Twin de 82 L. Yo aposté por lo que tengo para vientos para 4.7 y él apostó por vientos fuertes, fuertes…para 4.2 y 3.7. Finalmente hubo para los dos, aunque con mayoría para 4,7; se metió también para 4.0 por lo que alguna vez a él le faltaba tabla, y alguna vez, a mí me sobraban litros.


La gente. Durante el viaje, he podido conocer muy buena gente como a Fran “el bombero”, a Jonas y Javier Espín de Pozo Winds, Juan de Cutre, Daida, campeona del mundo (fugazmente, más por mail que en persona), Pablo “el shaper de Killer Fish”, Carlos “el velero” y Cristian, a los que considero parte de la historia de este viaje. Como parte de la historia son también Jaime, Pablo y Nina, compañeros también en Moulay el año pasado y que llegaron unos días después y nos acompañaron a Diego y a mí durante más de la mitad de nuestra estancia. Todavía siguen por allí. Y sobre todo el compadreo y buen rollo con Diego...


El objetivo que tenía para Pozo, aparte de NAVEGAR Y NAVEGAR, era tirarme al forward en los últimos días. Y se prestó a ello la ocasión, con una clase teórico – práctica de Cristian en la orilla de Ojos de Garza, que sirvió sobre todo para que Jaime, nuestro benjamín, empezara a rotar forwards al segundo intento durante el día siguiente en Vargas. Pablo intentó mejorar los suyos y Diego y yo también nos los tiramos, con más pena que gloria. Pero le eché valor y ahora lo veo más accesible. A Philip Köster lo ví tirándoselos dobles en Vargas, con la orillera!!


Ahora me queda seguir intentando el forward, pensar en un nuevo viaje para el año que viene y programar una vuelta a Gran Canarias con la familia, para conocer la isla…


Hang loose!




La estatua del windsurfista, en Pozo, dedicada a E-11, E-634  y E-63

Diego

Jose


Nina y Pablo

Diego

Jose y Diego

Diego, Jaime, Carlos y Jose

Pablo

Punta del Erizo, Vargas


Playa de Pozo

Playa de Vargas

Jaime y Pablo

Jaime